La gran vuelta por el Sahara marroquí había llegado a su fin y Marrakech era para los viajeros de Off Road la vuelta a la civilización. Pero este grupo estaba lejos de ser civilizado...
Agitando la Medina
Era el atardecer cuando llegamos al hotel Sheraton. Primero dejamos las radios base de cada vehículo, las linternas y todos los accesorios que nos había dado la organización. Luego, con alguna lágrima, entregamos las camionetas. Para los dos días libres destinados a recorrer la medina no contaríamos con ellas, teníamos que movilizarnos por nuestros propios medios. De todos modos, hacerlo en vehículo hubiera sido peligroso ya que los marroquíes manejan muy mal y las calles son una locura: hay camellos, carros, autos, bicicletas, de todo. La cuestión es que la organización se puso romántica y decidieron contratar unos carros muy parecidos a los mateos que hay en Plaza Italia para llevarnos a uno de los mejores restaurantes de la ciudad.
Éramos unas cuarenta y cinco personas, y cada mateo podía llevar a tres o cuatro, así que nos esperaban en la puerta del hotel una caravana de catorce mateos y el equivalente de choferes con sus túnicas bien características. En medio de una noche espectacular, templada y con el cielo estrellado, arrancamos por la avenida principal de Marrakech.
Esta avenida era muy ancha, con un refugio de peatones en el medio que pasa bajo un gran arco antiguo que originalmente era una de las puertas de la ciudad fortificada y llevaba directamente a su casco antiguo. Cuando salen los primeros mateos, yo no sé a quién se le ocurrió abrirse fila y tomar carrera, haciendo gestos de "ventaja" hacia los demás mateos. Entonces vimos como uno de los participantes "coimeaba" a su chofer entregándole unos Dírham (la moneda de Marruecos) para que su caballo fuera más rápido. No hizo falta más estímulo para organizar el escándalo: todos se pusieron a hacer lo mismo y se armó una carrera al estilo Ben Hur.
Todos los caballos empezaron a correr, descontrolados tratando de ganar una carrera desquiciada, ocupando la triple fila de la avenida, pasando autos y todo lo que se interpusiera en el camino. Veníamos embalados cuando, de pronto, antes de la entrada a la ciudad vieja, se nos aparece en medio de la "pista" una plazoleta con una rotonda que es como un embudo: la calle se angosta y permite entrar uno o dos vehículos como máximo. Se avecinaba un embotellamiento inminente y ya era tarde para intentar controlarlo. Veníamos de a tres, y al entrar a la rotonda se empezaron a tocar las ruedas de los carros, ya fuera de control. Por un momento, pensamos en el colapso; aún hoy no sé cómo no llegamos al restaurante en medio de una estrepitosa rodada de hombres, carros y caballos. Indudablemente, a nadie se le ocurrió que ese peligro era motivo suficiente para perder la carrera, es decir, nadie estaba dispuesto a sosegarse: enfervorizados y a los gritos, la carrera llegó hasta la puerta del lugar entre risas y las miradas incrédulas de los transeúntes marroquíes. Increíblemente, cuando bajamos en la entrada del restaurante, estábamos ilesos y con los mateos en buen estado.
Pero, claro, un brote de entusiasmo así no podía terminar abruptamente. Nuevamente, hubo uno que se hizo cargo de la situación y desde la puerta del restaurante gritó: "la carrera es hasta la mesa!". Esta vez, el desafío no fue tan inesperado ya que veníamos con el impulso; todo el grupo de cuarentones y cincuentones con sus mujeres (es decir, gente mayor, no colegiales) entró corriendo al restaurante elegantísimo. En la entrada había un cartel que decía: "Bienvenido grupo argentino de 4x4". Nadie vio el cartel, y al muslim que estaba parado en la puerta con una túnica de gala lo dejaron dando vueltas.
Quique Cammarata
Director Off Road 4x4 Experience
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