Eran tiempos difíciles para viajar por Europa del Este pero siempre se puede empeorar cualquier situación...Solo hacía falta armar un equipo de bailarinas, modelos y fotógrafos para una producción y permitirles pasear por Budapest a pocas horas de tener que abordar el tren más puntual del mundo...
Corrían los años ´87 y se iniciaban importantes cambios económicos y políticos, por lo que era realmente una aventura que una empresa textil argentina se jugara a ganar los mercados de la Europa Oriental. Una de estas marcas innovadoras era Dufour, al mando de su presidente Patricio Gauguenheim. Con un lugar privilegiado entre las “top” del momento, decidió jugársela presentando su colección en la "Expo" de la ciudad de Brno, República Checa, que en ese entonces se llamaba Checoslovaquia.
Danza detrás de la cortina
¿Cómo se llegó a esta decisión de presentar la colección en el mercado "Detrás de la Cortina?". Nadie lo sabe…pero allí fuimos. Las más importantes marcas europeas, al presentar sus diseños, incluían una producción de baile que completaba el desfile. Para estar al nivel de todas ellas, convocamos a un grupo de baile con excelentes profesionales que se presentaban en desfiles de modas y exposiciones.
Mi idea, no fue la mejor
El viaje a Brno comenzó con una primera escala en Budapest, en donde tendríamos 5 horas para luego tomarnos el famoso “Expreso de Oriente” que nos llevaría a Praga y de ahí podríamos encarar nuestro destino final en la ciudad de Brno.
Budapest, en Hungría, es una de mis ciudades favoritas. Habiendo viajado por trabajo en numerosas ocasiones, la conocía muy bien a ambos lados del Danubio. Tanto del lado Buda -la parte histórica y cultural de la ciudad- como de Pest -la parte moderna y financiera de la capital húngara-. Entonces, ¿cómo no iba a tener el honor de hacer de guía turística para mis amigos?
La propuesta más prudente hubiera sido que al llegar a Budapest, fuéramos directamente a la estación de tren para asegurarnos de abordar a tiempo y que nada nos retrasara. Tarea no tan simple, ya que éramos 16 personas y muchísima carga entre los equipos de TV, la colección de ropa, la muestra fotográfica, etc.
Pero yo sugerí para esas horas hacer un city tour por el casco histórico y ante el acuerdo unánime, emprendimos viaje con el mismo bus con el que salimos del aeropuerto. Habiendo hecho una breve reseña histórica y cultural del país arriba del bus, una vez abajo los dejé a cargo de Willy Barinotto, para aquel entonces "mi mano derecha", aclarándoles que a una hora determinada tenían que estar en el mismo punto en el que yo los había dejado.
"La propuesta más prudente hubiera sido que al llegar a Budapest fuéramos directamente a la estación de tren para asegurarnos de abordar a tiempo y que nada nos retrasara. Pero yo sugerí para esas horas hacer un city tour por el casco histórico..."
Mientras todos deambulaban por Buda, aproveché para ir a retirar los pasajes de tren reservados, re confirmar los pasajes aéreos, y chequear que todo estuviera en orden para seguir el viaje.
Cuando regresé al punto de encuentro y con los tiempos ajustadamente calculados me encontré con una sorpresa, pero no de las felices…Faltaban dos bailarinas!!! %&@(/=¡$!!! Nos invadió la desesperación. Willy y el resto del grupo, corrieron a buscarlas por las callejuelas angostas y pobladas de gente.
Yo sabía que en plena temporada de turismo, si perdíamos ese tren, ya no tendríamos posibilidades de llegar a Brno para la presentación.
Respira y exhala, dos o tres veces...
Intentando mantener la calma traté de reordenar a mi equipo de trabajo, tarea sumamente complicada para ese lugar y esa hora. Cuando logramos encontrar a las chicas, después de casi 50 minutos de búsqueda, resultó que las dos niñas se habían "colgado" paseando por un museo y nunca repararon en la hora, que para esa altura, dijo pausadamente el chofer del bus, solo un milagro haría posible llegar al tren.
La tensión no había bajado y aún tenía ganas de ahorcar a las dos bailarinas cuando por fin llegamos a la vieja estación desde donde parte el Expreso de Oriente. Esto no significó un alivio en absoluto, porque nuestro tren estaba en el último andén, o sea, era el más alejado del estacionamiento y estaba a punto de partir.
Cómo podría describirles la desenfrenada carrera de todo el grupo y su equipaje para alcanzar el tren. Con el apuro se nos caían las cajas y valijas y nos tropezábamos con los carritos del equipaje. Cuando identifiqué el vagón al que correspondían nuestros pasajes, verifiqué si llevaba colgado del hombro mi pequeño bolso con los pasaportes y visas de todo el grupo. Junté a todos y organicé un pasamanos de cajas y bolsos.
Mientras continuábamos subiendo equipaje, comenzó el ritual de silbatos y guardias que precede a la partida de uno de los más famosos trenes del mundo. En cuestión de segundos, los guardias dieron la orden y empezó a sonar la sirena que anuncia cuando el tren se pone en movimiento. Rápidamente hice un recuento del grupo y…ahora faltaban cuatro!!! Del estacionamiento al andén, entre valijas y otros miles de pasajeros, se había perdido parte de mi grupo. Lo peor era que, por seguridad, yo tenía todos los pasaportes. Me asomé por la ventanilla mirando hacia el final del andén y realmente no sabía qué hacer. Uno de los camarógrafos, desde la plataforma del andén, me miraba anonadado esperando que le diera alguna orden.
Final de película
Las ruedas del tren giraban a paso de hombre pero en cuestión de segundos comenzarían a acelerar. Dejar a cuatro personas sin pasaporte, era un tema bastante complicado en esa época de régimenes comunistas en la Europa Oriental, y además se trataba de mis amigos. En ese momento recordé que este mismo camarógrafo que me miraba con desconcierto sabía hablar alemán a la perfección. Me bajé del tren en movimiento y le dije que empezara a gritar que había un accidentado. Me miró fijo y me preguntó si estaba seguro que quería que dijese eso, a lo cual contesté afirmativamente.
Y así lo hizo, textualmente grito (pero en alemán): "hay una persona debajo del tren!!!!". Es imposible describir el "quilombo" que se originó en esa estación, aunque pueden imaginárselo.
Comenzaron a sonar sirenas, silbatos y gritos. El maquinista clavó los frenos provocando el choque entre los vagones y se creó una situación que nunca hubiese imaginado vivir.
Un golpe de lucidez ante tanto revuelo nos hizo reaccionar rápidamente y trepamos al tren para camuflarnos con el resto de los pasajeros. Luego de un operativo entre la policía húngara, la seguridad de la estación, y los perros rastreadores, quedo en evidencia el engaño y enfurecidos trataron de encontrar a los responsables. Durante esos cinco minutos interminables, me cambié de suéter, me puse un sombrero, y permanecí asomado a la ventanilla como el resto de los pasajeros, esperando el milagro...que por suerte sucedió unos segundos más tarde cuando los cuatro fotógrafos que faltaban subieron al tren.
Increíble pero real: retuvimos al Expreso de Oriente por casi 10 minutos. Aunque la verdad, es que tuvimos mucha suerte porque si seguridad nos encontraba, tal vez no solo no llegábamos a Brno, sino que todavía estábamos en Hungría.
A pesar de salir ilesos, no dejé pasar el caso, pero es imprudente narrar en este blog las palabras que les dije a mis dos bailarinas.
¿Se les ocurre a quién más, además de un grupo de Argentinos, se le puede ocurrir frenar al puntual Expreso de Oriente?
Quique Cammarata
Director Off Road 4x4 Experience
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